miércoles, 23 de septiembre de 2009

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¡Goooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooo
oooooool!


Por Santiago Varela
Periodico "Accion"


Al relator no le alcanzaban todas las «o» del mundo, la tribuna deliraba, algunos jugadores, igual que algunos periodistas, festejaban abrazados. Otros lloraban amargamente.
El Gobierno, en un momento difícil del partido en el que El Grupo lo tenía en un arco, obligándolo a jugar a la defensiva, había logrado cruzar el círculo central, adelantar a los marcadores y permitir que el cuatro, sorprendiendo, se desmarcara y cuando nadie lo esperaba, patear desde el borde del área, de chanfle, rumbo al ángulo, allá arriba, lejos del arquero, lejos de los pronósticos, lejos de todo. Un golazo. Mientras todos festejaban, el cuatro, Julio Humberto el Ferretero Grondona, hizo un guiño a la tribuna, acarició su anillo cabalístico con la inscripción «Todo pasa», y al trote, se dirigió hacia el centro de la cancha.
Mientras en la tribuna oficialista saltaban, en la tribuna opositora no lo podían creer. Hacía mucho tiempo que a El Grupo no le metían un gol. Y menos un gol así, justo ahora, cuando en las elecciones habían demostrado que tenían el dominio de la pelota, que manejaban la iniciativa, que les sobraba jugadores. ¿Quién podía disputarle el medio campo a la Mesa de Enlace?, ¿quién podía jugar más agresivamente que Lilita o Morales? ¿Quién podía correrse y desbordar por la izquierda como Pino? Y además tenían a Solá, Bergoglio y al Lole, que si no aparecía uno, sorprendía el otro.
El Grupo se sentía seguro, dominador. Hasta que de pronto, un defensor, el Ferretero Grondona, que siempre había jugado en la cueva, que siempre había defendido, que sabía poner pierna fuerte, es cierto, y que cuando las papas quemaban podía mandar la pelota a la tribuna... con delantero y todo, pero que nunca había salido del fondo, justamente ese tipo, hace el estropicio. Va de punta, se desprende de la marca, recibe solo, la baja y saca una comba, que como diría algún relator: «lleva ilusión de red». ¡Magia!
En el banco de El Grupo no entendían nada. Ellos pensaban que tenían todo controlado. Tenían la estrategia, el entrenamiento, los mejores jugadores, la guita, los cables, el replay, los abonados, incluso tenían a Macaya. Imposible pensar que el Ferretero, que había jugado para ellos durante tantísimos años, les hiciera semejante gol. Evidentemente en el negocio del fútbol, el amor a la camiseta ya no existe. Que Julito le hiciera eso a El Grupo es como si Labruna jugase con la camiseta de Boca, o Verón con la de Gimnasia. Imposible.
Pero ojo, que el Ferretero de la misma manera que hoy la mete en el rincón de las ánimas, mañana yerra dos penales o hace un gol en contra o cambia de nuevo de camiseta. El veterano es mañero... y hay mucha guita.
Por eso los que estamos contentos no debemos cantar victoria. La historia sigue y la serenata es larga.
Eso sí, como dice mi primo Osvaldo: «Aunque el partido continúe, los goles se festejan cuando se hacen».

http://www.acciondigital.com.ar/01-09-09/home.html

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