martes, 13 de octubre de 2009
A LOS COMPAÑEROS DEL PARTIDO SOCIALISTA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Hace algo más de un año, un manto de intolerancia, oscurantismo y estupidez se abatió sobre el Partido Socialista de la provincia de Buenos Aires, y lo arrojó a una virtual clandestinidad. Eso fue lo que sucedió cuando la conducción nacional encabezada por el senador Giustiniani decidió intervenirlo, para lo que se valió de desgraciadas circunstancias que utilizó miserable y cobardemente, con el objeto de encolumnar a la provincia en una alianza de derecha que los socialistas rechazamos con convicción.
La historia había empezado en agosto de 2007, cuando un congreso extraordinario de nuestro partido, en Junín, con más de 450 delegados, aprobó prácticamente por unanimidad nuestra "articulación política y electoral en la provincia de Buenos Aires con el Partido de la Victoria y otras fuerzas afines en el marco de la Concertación Plural ". También se resolvió entonces avalar y respaldar mi participación en la gestión del Ejecutivo nacional como vicejefe del Gabinete de Ministros, y repudiar las presiones y las amenazas de ciertos dirigentes de la conducción nacional, que pretendían limitar la expresión de diferencias políticas en el interior del partido.
Nos guiaba la convicción de que la Argentina vivía una coyuntura decisiva en la que cada día con mayor claridad confrontaban dos proyectos de Nación, y de que en tales condiciones el PS no podía permanecer al margen, sino que debía aportar a la construcción de un proyecto político que desde la coincidencia plural modificara las condiciones de vida de los más postergados. Para entonces, la circunstancial conducción nacional había resuelto apoyar la candidatura presidencial de Elisa Carrió, una dirigente que ya había dado sobradas pruebas de su desplazamiento hacia posiciones cada vez más conservadoras.
Después sufrí el ataque cuyas consecuencias aún estoy tratando de superar definitivamente. Mientras me encontraba aún internado, en proceso de rehabilitación, se produjeron los vergonzosos pretendidos congresos de Costa Salguero y La Pampa, la arbitraria intervención del distrito y la inicua expulsión de nuestros compañeros Oscar González y Ariel Basteiro.
En mayo pasado pude cumplir con el objetivo de asumir la banca de diputado nacional para la que había sido electo en 2007. Ahora, vencido el plazo legal de la intervención sin que se haya llevado a cabo la elección democrática de nuevas autoridades partidarias en la provincia, los compañeros de la Mesa Ejecutiva han resuelto que vuelva a asumir mi cargo de secretario general del PS bonaerense.
No es la primera vez que la traición pretende imponerse y tampoco será la primera vez que la derrotemos. Necesitamos un partido fuerte, que ayude a profundizar los cambios mientras trabaja en el armado de una herramienta moderna y auténticamente revolucionaria. Necesitamos seguir trabajando en la convergencia entre nuestra propia tradición socialista y la de la izquierda nacional y popular, una aspiración de muchos pensadores y militantes de izquierda a lo largo de la historia. Necesitamos movilizarnos, convencidos de que tenemos que volver a entusiasmarnos con la idea de transformación, porque ella es posible si sumamos toda nuestra fuerza contra la reacción. Necesitamos un partido verdaderamente democrático, en el que todas las voces sean tenidas en cuenta en el momento de la toma de decisiones, en el que se piense libremente y en el que no se compren voluntades a cambio de un plato de lentejas. Con esos objetivos reasumo la conducción de nuestro partido, y los convoco a trabajar con la misma vocación militante de siempre.
JORGE RIVAS
13 de octubre de 2009
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